miércoles, 16 de marzo de 2011

creo que me volví invisible.


-Ay mujer, la verdad es que no tengo ni la más remota idea de qué hacer con lo que he descubierto, tantos años de casados, tanto amor, tantas cosas vividas juntos, yo daba la vida por ti, y me pagas con esta moneda, 48 años de casados Ernestina ¡48! tirados completamente a la basura, por Dios santo, ya no eres una rapazuela para dejarte guiar por amores escurridizos, vanos y sexuales, ya estamos ancianos Ernestina, ya se nos ha ido la juventud, nuestra época de vivir la vida ha pasado, ya sólo nos queda esperar a la muerte juntos, pero sin temor, esperarla como una confidente, como nuestra fiel amiga, pero tú ya ni eso quieres compartir conmigo, ya no sé cómo describir estos sentimientos encontrados que haces que tolere este viejo corazón, pero te juro Ernestina que de mi no te vas a librar tan fácil, este viejo va a hacer su lucha por recuperar tu corazón.


-¿Pero de qué hablas Faustino? Tu siempre has tenido mi corazón y lo tendrás mientras palpite, aunque de una vez déjame advertirte que no es mucho, porque este viejo cuerpo ya está cansado, las rodillas ya no me funcionan como antes, las articulaciones ya no sólo me duelen cuando hay frío, sabes, ya casi no escucho con el oído derecho, pero pues así es la vida, sabíamos que esto nos iba a pasar en un momento.


-Para lo de la vejez yo ya estaba preparado vieja, pero no para una traición como esta, no para que destroces mi viejo corazón con que yo descubra que hay un nuevo amor en tu vida, con eso es con lo que yo no podré lidiar vieja, créeme que si tú te vas, yo moriré en la soledad y de tristeza, sabes que yo no concibo la vida sin ti mi viejita hermosa y chula, sabes que este anciano te necesita para cada paso que da, sabes que yo sin ti no soy nada, y como bien dice el dicho que tanto decía tu madre " detrás de cada gran hombre hay una gran mujer", tal vez nosotros no llegamos a ser millonarios mi amor, pero llegamos a juntar nuestros centavos con nuestro sudor, para disfrutar de aquellas cositas juntos, ¿recuerdas aquella ves que te llevé pa' el cerro y que con los centavos que había juntado te compré el reboso aquel?.


-Como olvidarlo mi viejo, si aun lo conservo, na' más que pus ya no lo uso, porque ese era para salir a pasear, y con estar rodillas de porquería, ya no se puede.


-¡aaaa te veías re-coqueta con ese tu reboso! se te veían los ojitos bien pispiretos que tiempos, tiempos que tu tiraste a la basura.


-Pero de que estás hablando mi viejo, ¡yo no tiré nada a la basura!


-Encontré las cartas de ese tal que firma como "El amor de tu vida", me has destrozado el corazón vieja, estoy muriendo.


-Creo que tengo que darte algo mi viejo, algo que estoy segura en este momento vas a necesitar.


-¿Qué es esto?


-Lee esta carta, léela.


En esta casa no hay calendarios y en mi memoria los recuerdos están hechos una maraña, me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de santos que colgábamos alado del tocador, pero, ya no hay nada de eso, todas las cosas antiguas se han ido desapareciendo, yo, yo también me fui borrando, sin que nadie se diera cuenta, primero me cambiaron de cuarto, porque la familia creció, después me pasaron a otro más pequeño aún, acompañado de mis bisnietos, ahora ocupo el desván, el que está en el cuarto de atrás, prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero, se les ha olvidado, y todas las noches por ahí se cuela un viento frío que aumenta mis dolores.


Desde hace mucho tiempo tenía ganas de escribir, pero, me pasaba semanas buscando un lápiz, y cuando al fin lo encontraba, yo mismo olvidaba donde lo había puesto, aaah, a mis años las cosas se pierden fácilmente, la otra tarde caí en cuenta, de que mi voz, también había desaparecido, cuando le hablo a mi nietos o a mi hijos, no me contestan, pero no me oyen, no me miran, no me responden, entonces lleno de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café, lo hago así, de pronto, para que comprendan que estoy enojado, para que se den cuenta que me han ofendido, y vengan a buscarme y me pidan perdón, pero nadie viene, el otro día les dije, que cuando me muriera, entonces sí que me iban a extrañar, y el nieto, el más pequeñito dijo "a, apoco estas vivo abuelo" , les cayó tan en gracia que no paraban de reír, tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar una de las llantas viejas, y, ni los buenos días me dio, fue entonces cuando me convencí, de que, soy invisible, me paro en medio de la sala para ver si aunque sea estorbo, me miran, pero mi hija sique barriendo sin tocarme, los niños corren a mi alrededor, de un lado a otro, sin tropezar conmigo, cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de serle útil, le llevé un té especial, que yo mismo preparé, como los hacía mi mujer, lo asenté en la mesita, y me senté a esperar que se lo tomara, sólo que estaba viendo televisión, y ni un parpadeo me indicó que estaba consiente de mi presencia, el té poco a poco se fue enfriando, y mi corazón también, un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo, me puse muy contenta, hacía hace tanto tiempo que no salía, y menos al campo, el sábado fui el primero en levantarme, quise arreglar las cosas con calma, los viejos nos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo, para no retrasarlos, al rato entraban y salían de la casa corriendo y echando las bolsas y los juguetes al carro, yo ya estaba listo, y muy alegre esperándolos en la puerta, cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en bullicio, comprendí que yo no estaba invitado, tal vez porque no cabía en el auto, o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque, sentí clarito clarito como mi corazón se encogió, la barbilla me temblaba, como cuando uno no aguanta las ganas de llorar, antes, hasta besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme el que me daba el tenerlos en mis brazos, como si fueran míos, sentía su piel tiernita y su respiración bien dulce muy cerca de mí, la vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna, pero un día, mi nieta, Paola que acaba de tener un bebé, dijo que no es bueno que los ancianos se acerquen a los niños por cuestiones de higiene, ya no me acerqué más, no fuera a ser que les pasara algo malo por mis imprudencias, tengo tanto miedo de contagiarlos, pero, yo los bendigo a todos, y los perdono, y los amo, porque son mi familia, son mi sangre, y después de todo, ¿qué culpa tienen los pobres de que yo me haya vuelto invisible?


Atte: el amor de tu vida.


-Estas son tus cartas mi viejo, me llegaban hasta aquí, hasta el mismito cielo, y ya que por fin estamos juntos de nuevo mi amor, nada nos va a alejar de nuevo.


Escrito por pluma de Jorge Albertos Monforte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario